Podemos haber paseado por las calles de nuestras poblaciones cientos de veces, sin haber reparado en esas sencillas imágenes religiosas colocadas en sus hornacinas y situadas, por lo general, sobre las fachadas de las casas, hasta que un día, de repente, las descubrimos y aprendemos a mirar ese paisaje urbano de otra forma. A partir de aquí nos preguntamos por su origen, por los sentimientos de quienes las pusieron allí, por sus creencias, en fin por su historia.